Muy en el fondo, todos estamos asustados, tenemos en mente desgracia, enfermedad, despido, abandono, el sufrimiento y desaparición de nuestros seres amados, entre otras cosas. ¿o me equivoco?
Cuando nuestros miedos llegan a su cenit, estamos a menudo
motivados, con toda bondad, pensando en
los mejores escenarios, lo cual a pesar de ser un acto bien intencionado (si no
es que es el único que podemos ejecutar),
pero sin quererlo deja nuestros miedos comprimidos, y como dicta la física, si se comprimen aumenta su
masa, y con esto la gravedad y la presión que
pueden ejercer, de esta manera se convierten en terrores innombrables y a veces
se afianzan mas fuerte de lo que deberían… Luego de meses de inactividad y bajo
el asedio de estos temores trato de mirarlos directamente a los ojos y examinarlos
a detalle para secarlas de su poder, hacer esto nos dará un importante mensaje podemos enfrentarlos… o al menos intentarlo.
Si lo peor llegara a lo peor, lo único que queda son invitaciones a interactuar con nuestros
miedos, no para deprimirnos o ahogarnos en un pozo de sufrimiento, sino para
dejarnos un sentido animado y optimista sobre nuestra resiliencia y
adaptabilidad.
Si lo peor llegara a lo peor, aceptaría el hecho de que tengo menos amigos de los pocos que
pienso tener, pero los que permanecerían serian
aquellos que podrían ver, dentro de mi
arruinado pasado, el autentico yo, que probablemente tiene algo para ofrecer.
Si lo peor llegara a lo peor, seguir el camino seguro y
prestigioso no sería la única opción; con
mucho menos que perder, me expondría a ser
devorado por más riesgos, los cuales siempre
han estado allí, pero había estado muy preocupado y asustado para
tocarlos, y que, después de todo,
lo único que harían seria llenar mi vacío.
Si lo peor llegara a lo peor, me apreciaría bajo mis propios criterios, sin
importar si llegan a ser crueles.
Si lo peor llegara a lo peor, miraría con admiración y
humildad a la parsimonia, el estoicismo y la resiliencia de la naturaleza.
Si lo peor llegara a lo peor, aprendería a mirar a mis tristezas, como la
pequeña e insignificante verdad que
es, aunque sea mas grande que mi felicidad.
Si lo peor llegara a lo peor, aumentaría mi gratitud por cada cosa aparentemente
pequeñas, como que cada día se desarrolle sin catástrofes, si es posible.
Si lo peor llegara a lo peor, aprendería que mi vida no era algo que podía moldear en una entidad sin
flaquezas ni errores, si no que siempre fue imperfecta, estrellada en
sufrimiento y empedrada desde su construcción, con
algunos rasguños en su estructura pero que,
sin embargo, posee su propia belleza y dignidad.
Si lo peor llegara a lo peor, aprendería a distinguir entre aquello por lo
que realmente vale la pena lamentarse y aquello que solo era una molestia pasajera;
y probablemente encontraría más calma.
Si lo peor llegara a lo peor, mi fallo animaría a otros a compartir sus tristezas,
confusiones y humillaciones y, como perros que lamen sus heridas, enfrentaríamos el sufrimiento que hoy
injustamente pasamos solos.
Si lo peor llegara a lo peor, reflexionaría sobre si el cariño y la delicadeza con la que tratamos
aquello que queremos es solo un intento por compensar el amor y el afecto incondicional
que fue ansiado, pero denegado, creando deseos que al final solo darían lugar a la melancolía y el luto… o si, como en los casos mas desagradables, es impulsado
por la sed de éxito y dinero.
Y para acabar con 600 palabras, si lo peor llegara a lo peor,
toda mi rabia, tristeza, miedo y ansiedad llegarían a su
fin.